martes, 28 de junio de 2016

Roína: Un cuento corto

Adrián estaba bien borracho cuando la conoció en un club en Ibiza durante el verano. Esa noche, ella, vestida de blanco, estaba en una esquina tranquila con sus amigos. Impresionado con su suavidad y locura, Adrián ya sabía que la vería en su propio futuro. Se llamaba Roína.
A Roína – una mariposa social, el alma de la fiesta – naturalmente le atrajo la atención y el afecto que le dio Adrián. Y así comenzó su historia de amor. Adrián y Roína pasaron un verano de sueño juntos en la isla mágica. Eran inseparables. Desde las playas de Sant Antoni hasta el Mercadillo Las Dalias, nunca se veía a Adrián sin su Roína. Sin embargo, el verano siempre debe terminar.
Adrián estaba desesperado. ¿Cómo podía dejar en Ibiza para siempre el amor de su vida? Pero sabía que necesitaba regresar a su trabajo en Madrid. El dinero escaseaba y no podía perder su única manera de ganarse la vida en tiempos de crisis económica. Justo cuando nuestro romántico empedernido empezó a perder la esperanza, la querida Roína pensó en la solución perfecta: Marcharse con Adrián para siempre.
La llevó a su vida real en Madrid, donde trabajaba como contador. Al inicio, Adrián estaba seguro que Roína y él vivirían felices y comerían perdices. Pasaban una vida absolutamente codependiente. Gastaba su dinero en los deseos de Roína y ella, a cambio, le daba la satisfacción de tener una relación profunda. Adrián se enamora de ella más y más cada día. Llegó un tiempo cuando nunca se lo veía sin Roína en sus brazos. Al principio sus amigos, y después su familia intentaron intervenir contra su infatuación, aunque sin éxito. Finalmente, lo despidieron del trabajo porque no podía pasar tiempo sin pensar en su Roína. Por fin, tenía tiempo ilimitado con su amor – o así creía.
“Ya somos nosotros contra el mundo, mi amor.”, susurró suavemente a Roína. Pero esta vez, ella no le contestó. Nunca volvió a contestarle. Adrián no entendió que estaba pasando y se sentía mareado. Rápidamente, se desmayó.
Cuando Adrián se despertó de nuevo, se encontró acostado en una sala llena de un olor estéril. Vio una aguja en su brazo, conectada a un goteo. Miró a su alrededor para entender lo que había pasado. Al su lado izquierdo, vio unos papeles sobre la mesilla que inmediatamente levantó. Debajo de su nombre completo y el logo de un hospital cercano estaba escrito “Sobredosis de heroína”. De nuevo, Adrián cerró los ojos.

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