A Roína – una
mariposa social, el alma de la fiesta – naturalmente le atrajo la atención y el
afecto que le dio Adrián. Y así comenzó su historia de amor. Adrián y Roína
pasaron un verano de sueño juntos en la isla mágica. Eran inseparables. Desde
las playas de Sant Antoni hasta el Mercadillo Las Dalias, nunca se veía a
Adrián sin su Roína. Sin embargo, el verano siempre debe terminar.
Adrián estaba
desesperado. ¿Cómo podía dejar en Ibiza para siempre el amor de su vida? Pero
sabía que necesitaba regresar a su trabajo en Madrid. El dinero escaseaba y no
podía perder su única manera de ganarse la vida en tiempos de crisis económica.
Justo cuando nuestro romántico empedernido empezó a perder la esperanza, la
querida Roína pensó en la solución perfecta: Marcharse con Adrián para siempre.
La llevó a su
vida real en Madrid, donde trabajaba como contador. Al inicio, Adrián estaba
seguro que Roína y él vivirían felices y comerían perdices. Pasaban una vida
absolutamente codependiente. Gastaba su dinero en los deseos de Roína y ella, a
cambio, le daba la satisfacción de tener una relación profunda. Adrián se
enamora de ella más y más cada día. Llegó un tiempo cuando nunca se lo veía sin
Roína en sus brazos. Al principio sus amigos, y después su familia intentaron
intervenir contra su infatuación, aunque sin éxito. Finalmente, lo despidieron
del trabajo porque no podía pasar tiempo sin pensar en su Roína. Por fin, tenía
tiempo ilimitado con su amor – o así creía.
“Ya somos
nosotros contra el mundo, mi amor.”, susurró suavemente a Roína. Pero esta vez,
ella no le contestó. Nunca volvió a contestarle. Adrián no entendió que estaba
pasando y se sentía mareado. Rápidamente, se desmayó.
Cuando Adrián
se despertó de nuevo, se encontró acostado en una sala llena de un olor
estéril. Vio una aguja en su brazo, conectada a un goteo. Miró a su alrededor
para entender lo que había pasado. Al su lado izquierdo, vio unos papeles sobre
la mesilla que inmediatamente levantó. Debajo de su nombre completo y el logo
de un hospital cercano estaba escrito “Sobredosis de heroína”. De nuevo, Adrián
cerró los ojos.
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